Los espectáculos que la Naturaleza es capaz de desplegar ante nosotros hacen que nos sintamos en ocasiones admirados, asombrados, asustados, temerosos, sobrecogidos, impactados... es algo que nos sobrepasa con amplitud y nos hace ver lo insignificantes que podemos ser a su lado.
En esta ocasión ha sido el mar, con su tremenda fuerza y energía, el que ha protagonizado uno de dichos espectáculos: un temporal de viento y olas enormes ha azotado las costas del Cantábrico produciendo múltiples destrozos. La noticia ha sido ampliamente difundida por ello no voy a entrar en detalles sobre sus efectos, lo que quiero es resaltar un aspecto que ha ido aparejado con el temporal: la expectación que ha creado entre los habitantes de la costa (y en más de un foráneo) ante el temporal. Una vez pasado el primer embate, la gente se acercaba en verdadera multitud a las zonas más expuestas de la costa a la espera de la siguiente pleamar para ver el espectáculo de las enormes olas azotando violentamente la costa en toda su plenitud. Nunca había visto tantas personas en el malecón zarauztarra y sus alrededores mirando al mar y el batir de las olas, ni había sentido la expectación que vibraba en el ambiente y asomaba por lo ojos de los allí congregados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario