En un principio, quizás por la mayor facilidad de comprensión y acercamiento que dan los dibujos para entender las historias que se nos quieren contar, y por diversión –que todo hay que decirlo- empecé con los tebeos. Y digo tebeos porque puedo presumir de haber sido lector en mi infancia del mítico TBO, revista gráfica que daría lugar al nombre genérico de “tebeos” para todo este tipo de publicaciones.
Mis primeros tebeos fueron, como no, los de las historietas de dibujos infantiles y humor tipo “Pulgarcito”, “DDT”, “Mortadelo y Filemón”,…
Les siguieron -sin abandonar del todo estas primeras historietas humorísticas- publicaciones más “serias” de aventuras, de tipo juvenil, como “El Capitán Trueno” o “El Jabato” que tenían además un cierto toque de la historia de España, por la ambientación y los personajes.
También seguí durante cierto tiempo otros tebeos ligados a la segunda guerra mundial, “Hazañas Bélicas”, o al de vaqueros americano, “Hazañas del Oeste”. Es de señalar que el formato de estos últimos era apaisado, lo que en aquel momento no era de mi excesivo agrado.
Pero llegó la revolución de los tebeos con todos los que Marvel comenzó a publicar de sus superhéroes: “Los cuatro fantásticos”, “La patrulla X”, “Spiderman”, “Los Vengadores”, “El Capitán América”, “El hombre de hierro”, … vamos, todos esos que tan de moda están por las películas y el cine, y que comenzaron como dibujos en cómics, porque fue a partir de entonces cuando empezamos a usar el anglicismo para designar a nuestros tebeos, y ya por extensión a todas las historietas gráficas.
Fue una
época de furor entre la chavalería; íbamos de casa en casa de amigos o
compañeros de clase para intercambiarnos los ejemplares que ya teníamos leídos
por otros nuevos a fin de ampliar nuestras lecturas.
Estos cómics fueron quedando relegados cuando nos introducimos en lo que en principio eran cómics para adultos, pero que estaban a nuestro alcance sin problemas en cualquier kiosko. Cómics de ciencia ficción, SF, o terror como “1984”, “Totem”, "Creepy”… en los que destacaron grandes dibujantes e ilustradores.
Y ahí me quedé en este campo. Dejé de compaginar la lectura de cómics y libros y me quedé con estos últimos, a los que sigo dando duro en la actualidad.
¡Ah! ¿Pero a santo de qué venía esto de los tebeos y los cómics? Pues a que después de casi cuarenta años he vuelto a leer comics, una compilación encuadernada que me ha traído mi sobrino de “Sandman”, un clásico, de culto entre los aficionados como él.
Lo cierto es que me ha gustado, pero se me ha hecho rara su lectura, porque esa también, la lectura de cómics, tiene su técnica propia. Pero de eso ya hablaremos en otra ocasión.