28 feb 2015

CIRCO

Hace casi 20 años desde la última vez que fui a ver el circo y durante este tiempo tengo constancia de que las cosas han ido cambiando en ese mundo tan particular.

Quizás la principal ha sido la desaparición de los números con animales. Aquellas jaulas con leones y tigres saltando a chasquidos de látigo, los caballos girando alrededor de la pista de un lado para otro, los chimpancés subiéndose a los espectadores de las sillas de pista, perros saltarines disfrazados… todo eso ha quedado relegado a la memoria de los espectadores más antiguos del circo primigenio.

El circo, hoy en día, es ya otra cosa, y se va adaptando y adecuando a los nuevos tiempos y a los lugares en los que tiene que actuar. Un ejemplo:

Estos días tenemos el Circo Italiano instalado en Zarautz, un modelo de adecuación al contexto en el que se mueve y a la nueva realidad circundante.

Teniendo en cuenta que, aunque las actuaciones cirquenses tienen un lenguaje universal que no necesita de palabras (malabaristas, trapecistas, acróbatas…) para ser entendidas,  no pasa lo mismo con sus presentaciones, y que además en este pueblo se enfrentan a un público mayormente euskaldun, este circo hace las presentaciones de las actuaciones en euskera. En esta ocasión son grabadas, ya que el payaso que las relataba en directo no ha podido acudir este año, pero el hecho es que la lengua de comunicación con los niños y niñas de Zarautz desde el circo es en euskera.

Por otro lado señalar que toda la publicidad que han desplegado en el pueblo y en la zona está únicamente y exclusivamente redactada en euskera, con lo que el acercamiento al público vasco es más directo.

Y, ¡como no!, con la opción de conectarse online para comprar las entradas a través de su página web en Internet.


22 feb 2015

SALINIDAD


Todos los que nos hemos bañado en el mar sabemos que la salinidad no es la misma en todos los lugares y que, si te bañas en el Mediterráneo, el agua es mucho mas salada, que aquí en el Cantábrico. Depende de la cantidad de sales, principalmente cloruro sódico, disueltas en el agua.
Unido al concepto de salinidad va el de flotabilidad, ya que a mayor proporción de la primera en el agua es más fácil flotar en la misma: el ejemplo más notorio es el de las aguas del Mar Muerto, famosas por su extremo grado de flotabilidad (salinidad 330 gr./l).

Y a qué viene todo esto se puede preguntar alguien; pues esto viene a que el pasado fin de semana estuve en el Balneario de Elgorriaga (Navarra) que tiene el manantial de mayor mineralización del mundo en sus aguas (312 gr. por litro), y en cuyas instalaciones de piscinas y spa se encuentran las aguas termales más saladas de Europa y del planeta. 


He de reconocer que, sin haber podido bañarme en las aguas del Mar Muerto para poder comparar, la experiencia de flotación en las piscinas del Balneario de Elgorriaga es algo especial, sobre todo en las aguas de la piscina denominada “Flotarium”, en donde se alcanzan niveles de flotabilidad semejantes a los ya citados del Mar Muerto.

Un lugar con encanto para relajarse en el que se pueden realizar distintas actividades con recorridos termales, masajes, tratamientos de hidroterapia…, además cuenta con un hotel moderno y un personal muy atento y agradable.
Más información en su página web.


NOTA: Por cierto, el Diccionario de la R.A.E. define el término salinidad como:
“1. f. Cualidad de salino.”
“2. f. En oceanografía, cantidad proporcional de sales que contiene el  agua de mar.”
lo cual, en mi opinión, no lo deja en muy buen lugar ya que no contempla la aplicación del término a otras aguas que no sean marítimas, como en el caso que he comentado de las aguas termales del balneario de Elgorriaga.

14 feb 2015

FOTO POESÍA



Fotografía original: Leonardo Tolosa
Texto: Juan Robledo
Retoques y montaje: Jokin Izar

7 feb 2015

PREVISIONES Y ALERTAS

Un antiguo chiste decía que los meteorólogos tenían una media del 50 % de aciertos en sus predicciones del tiempo ya que acertaban al 100 % cuando comentaban el tiempo que había hecho y fallaban siempre en la previsión del que iba a hacer (no como yo, que acierto siempre al decir irónicamente que “si mañana no llueve, hará bueno”).

En la realidad ha pasado algo parecido, puesto que la última semana nos han estado anunciando precipitaciones de nieve a nivel de costa en toda Gipuzkoa -incluso en el periódico DV se llegó a afirmar que la capa de nieve podría llegar a los 10 cm-,  pero a la hora de la verdad todo se ha quedado en un bluf.

Es cierto que el viernes nevó un poco y llegó a cuajar, pero en un par de horas la nieve había desaparecido de calles, coches, tejados y jardines.

Si la credibilidad en las predicciones queda en menoscabo visto lo que ha sucedido, peor aún si además van acompañadas de alertas oficiales. Toda la semana hemos estado en alerta naranja por nieve y frío con lo que ello conlleva (ver cuadro), si bien se ha podido comprobar que no era para tanto. 

Yo creo que últimamente se está abusando a la hora de emitir alertas de todos los colores y por toda clase de fenómenos; está bien que las autoridades quieran curarse en salud y avisar a la población sobre posibles riesgos, pero tantas alertas, y emitiéndolas tan a menudo, para luego constatarse a posteriori que las alertas eran exageradas para lo que en realidad sucede, están por crear un efecto de “cuento de ¡que viene el lobo!” que al final hará que la gente pase de avisos y alertas con el consiguiente peligro en caso de que se cumplan –por una vez- las previsiones.

Estamos en pleno invierno, o sea que lo lógico es que haga frío, que llueva y que nieve. Y la gente lo sabe. Las autoridades…?
 



Dos imágenes de Zarautz tras las "grandes nevadas" que se esperaban esta semana.
(Fotos: Lorentxo Portularrume)

1 feb 2015

LAS BATALLAS DEL ABUELO: (2) CHAVALES Y CHABOLAS

Cuando yo era un chaval vivía en Rentería (Gipuzkoa), en Alaberga, un barrio de nueva construcción de aquellos que promovía “la Sindical” (Obra Sindical del Hogar).

Era un barrio que estaba edificado sobre una colina con una ladera de pendiente muy pronunciada, que miraba hacia el pueblo, y hacía que el barrio quedara dividido en dos zonas muy separadas, una alta que coronaba la colina y otra baja a la entrada de la población; entre medias, y a un lado, se alzaba una tercera zona lateral en la que se ubicaban las escuelas públicas y otro conjunto de casas alrededor.

Nuestro barrio tenía -y sigue teniendo- lo que hoy denominaríamos grandes ”zonas verdes”, es decir, contaba con amplios espacios vírgenes de vegetación que, por la gran pendiente de la colina, no habían sido tocados por la obra realizada en la construcción de las viviendas. 

En uno de ellos se ubicaba un pequeño bosquecillo compuesto por arbustos, zarzas y una serie de árboles menores de porte, que constituían lo que la chavalería del lugar denominábamos “el Cuerno” debido a la forma curva que tenía.

Todos los veranos, llegadas las vacaciones escolares, nuestras incursiones en el Cuerno eran casi cotidianas. Qué mejor espacio que un bosque para disfrutar, vivir aventuras y para construir chabolas que nos servían de entretenimiento y refugio de las inclemencias del tiempo, tanto para darnos sombra como para resguardarnos de las lluvias veraniegas ocasionales.

El hacer una chabola era algo en lo que los chavales ocupábamos mucho tiempo, siempre tratando de hacerlas lo más resistentes e impermeables posible. Allí dentro nos sentíamos a gusto y a salvo de las miradas de familias que nos controlasen. En ellas nos iniciamos en actividades que tenían para nosotros un toque de adultos: fumar los primeros cigarrillos, mirar revistas sexis, hacer fogatas… Y es precisamente esta última actividad la que hoy traigo a colación.

Uno de aquellos veranos de chabolas en el Cuerno (no podría precisar la fecha, 1963-64-65 tal vez) tuvimos un incidente con las fogatillas que solíamos hacer de vez en cuando. El fuego se nos fue de las manos y, aunque hicimos todo lo posible por apagarlo, se propagó de manera rápida ladera arriba por prácticamente todo el bosque. Tuvimos que salir corriendo pero no nos pasó nada. ¡Quemamos nuestro bosque! 

Menos mal que la vegetación se recuperó enseguida y para el siguiente verano los chavales del barrio volvíamos a construir chabolas en nuestro querido Cuerno.