Si no, que se lo cuenten a Marga, una cuñada de mi hermano, quien hace unos días en una celebración familiar andaba de mesa en mesa dándonos a oler la fragancia de las florecillas de una planta que había conseguido no sé cómo ni dónde, mientras nos explicaba que hacía años que no la veía, desde que dejó su Polonia natal, desde su infancia.
Ya me dijo como se llamaba la planta que yo desconocía, pero mi memoria de pez prealzheimer fue incapaz de quedarse con el nombre más de un minuto. De todas formas investigando un poco creo que he dado con ella; podría ser la Convallaria majalis (ver foto) ya que me llamó la atención la forma acampanillada de sus florecillas en racimo y aun me queda algo de retentiva visual.
A Marga se la veía feliz y contenta mientras aspiraba su aroma. ¡Ay, el poder de evocación de los olores!
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