Los fuegos artificiales son un espectáculo que me ha gustado de toda la vida. Es cierto que han ido evolucionando desde aquellos tiempos de mi infancia, con recuerdos de largas filas de cohetería de palos que se encendía a mano con bengalas, hasta los innumerables tubos de hoy en día que contienen las bombas y toda la parafernalia que se dispara desde un ordenador. Pero en lo primordial siguen siendo los mismos fuegos que llenan de luz y color la noche y provocan en mi una gran fascinación y admiración.
Es por eso que procuro no perderme los fuegos que se lanzan en mi localidad, e incluso me desplazo a otros lugares para verlos; en concreto suelo ir a Donostia-San Sebastián a ver las colecciones que participan en el Concurso Internacional que se celebra durante en las fiestas de la Semana Grande de agosto. En un par de ocasiones, aprovechando las vacaciones, he podido asistir también al Concurso Internacional de la Costa Brava que se celebra en Blanes en julio.Sin pretender ejercer de crítico, sí que quiero destacar algunas de las diferencias que he observado entre los fuegos artificiales que se lanzan en la zona mediterránea y los de aquí en la cantábrica.
La principal diferencia es que en Blanes suele haber profusión de fuegos acuáticos, todos los participantes lanzan en mayor o menor cantidad fuegos al mar; en cambio en Donosti son totalmente inexistentes.Otro efecto abundante y muy habitual suele ser el de los “gusanitos”, algo muy escaso en los fuegos donostiarras.
En cuanto al lanzamiento de las series, en Blanes son más tranquilas, en San Sebastián tienen un toque más “frenético”.
En Blanes se tiende mas a la horizontalidad de los efectos, con abundancia de “abanicos”, “murallas de chispas”, bengalas desde el suelo… mientras en Donosti prima la verticalidad con efectos escalonados buscando la mayor altura posible.Y para terminar, la cantidad de material que se quema en Donosti es bastante superior a la lanzada en Blanes, si bien el tiempo empleado en cada colección de fuegos suele ser similar.
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