Acabo de regresar de Menorca, en donde hemos estado pasando unos días de vacaciones.
Es una isla que no conocía y por lo tanto, al igual que suelo hacer con los sitios “nuevos” a los que voy, alquilé un coche para poder moverme a mi aire y visitar una serie de sitios que previamente había seleccionado bien por sus características físico-geográficas, bien por su interés turístico o cultural.
El caso es que durante dos días me pateé –en coche claro- Menorca de oeste a este, de Ciutadella a Maó, y de norte a sur, de Fornells a Son Bou, recorriendo algo más de 350 kilómetros para visitar calas, yacimientos arqueológicos de la cultura talayótica, pueblos y sitios pintorescos.
Y durante todo ese kilometraje podría decir que una cosa me llamó poderosamente la atención: la ausencia de semáforos en la isla. Durante más de los 350 kilómetros que conduje el coche alquilado solamente me encontré con uno, en el centro de Alaior, y eso a pesar de haber circulado por el centro de la capital, Maó, y de otras localidades.
La solución que han dado en la isla a los cruces ha sido la creación de innumerables rotondas y calles de sentido único con ceda el paso para regular el tráfico.
Me hubiese ido de Menorca con la idea del semáforo único en Alaior, si no hubiese sido por mi posterior visita, esta vez en autobús de línea, a Ciutadella, en donde, ahí si que topé con semáforos: tres para entrar y salir del centro de la ciudad, y que por cierto nos tocaron siempre en rojo.
Circunstancias de tráfico a parte, he de decir que Menorca es un lugar que me ha gustado mucho y que recomiendo a quien quiera pasar unos días tranquilos de relax en vacaciones.
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