El
poder del ejército reside en su armamento, así que para poder seguir
detentándolo a los que nos tocaba hacer la mili nos enseñaban algo de su uso.
El
primer contacto con las armas lo tuvimos en el cuartel de instrucción de
Cartagena (Murcia), en donde además de aprender a desmontarlo y montarlo,
desfilar con él y disparar por primera vez, el CETME era el fusil de asalto que teníamos en Infantería de Marina.
Tras el
campamento, fui destinado a Madrid, donde comencé con un curso para cabo,
terminado el cual me ascendieron a Cabo
especialista en Lanzallamas y Lanzacohetes, eso sí, sin haber tocado nunca ni
tenido contacto directo con las armas en las que teóricamente era especialista
(¡cosas del ejército!).
En una
primera época el CETME –el chopo- siguió siendo mi compañero de guardias hasta
que accedí a la oficina del comandante de la Compañía de Armas y Fusiles; a
partir de ahí mi nueva arma para campamentos y prácticas de tiro fue la pistola Star de 9 mm, mucho más compatible
con la carpeta de notas y papeleos que el CETME.
Sin
embargo en mi Compañía, como su propio nombre indica, sí que teníamos
armamento, que si no llegaba a ser “armamento pesado” si que era contundente
(ver foto).
De vez
en cuando íbamos a la sierra madrileña y realizábamos algunas prácticas de tiro
en las que se sacaban a desempolvar todas ellas (a excepción del lanzallamas
–mi especialidad- que sí que había pero que no se usó nunca, al menos durante
mi estancia en el cuartel).
Las ametralladoras eran las que más asombro
y temor me daban; ver como machacaban las colinas era algo que ponía los pelos
de punta, solamente el pensar que allí podrían encontrarse personas me daban
escalofríos. El resto, morteros, lanzacohetes o incluso el cañón sin retroceso, metían ruido pero
no me imprimían tanto miedo, quizás porque las explosiones detonaban bastante
lejos. Además como siempre solía estar cerca del comandante y de los oficiales
“veíamos los toros desde la barrera”, aunque hubo una ocasión en la que no me
libré ya que al capitán se le ocurrió que yo también tenía que lanzar granadas de mano, algo a lo que no pude
negar, claro.
Por lo demás, unos cuantos pocos tiros con la pistola y se acabó mi historial armamentístico en la mili.
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