17 feb 2018

HISTORIAS DE LA P*** MILI (6) Armamento

El poder del ejército reside en su armamento, así que para poder seguir detentándolo a los que nos tocaba hacer la mili nos enseñaban algo de su uso.

El primer contacto con las armas lo tuvimos en el cuartel de instrucción de Cartagena (Murcia), en donde además de aprender a desmontarlo y montarlo, desfilar con él y disparar por primera vez, el CETME era el fusil de asalto que teníamos en Infantería de Marina.

Tras el campamento, fui destinado a Madrid, donde comencé con un curso para cabo, terminado el cual me ascendieron a Cabo especialista en Lanzallamas y Lanzacohetes, eso sí, sin haber tocado nunca ni tenido contacto directo con las armas en las que teóricamente era especialista (¡cosas del ejército!).

En una primera época el CETME –el chopo- siguió siendo mi compañero de guardias hasta que accedí a la oficina del comandante de la Compañía de Armas y Fusiles; a partir de ahí mi nueva arma para campamentos y prácticas de tiro fue la pistola Star de 9 mm, mucho más compatible con la carpeta de notas y papeleos que el CETME.

Sin embargo en mi Compañía, como su propio nombre indica, sí que teníamos armamento, que si no llegaba a ser “armamento pesado” si que era contundente (ver foto).

De vez en cuando íbamos a la sierra madrileña y realizábamos algunas prácticas de tiro en las que se sacaban a desempolvar todas ellas (a excepción del lanzallamas –mi especialidad- que sí que había pero que no se usó nunca, al menos durante mi estancia en el cuartel).

Las ametralladoras eran las que más asombro y temor me daban; ver como machacaban las colinas era algo que ponía los pelos de punta, solamente el pensar que allí podrían encontrarse personas me daban escalofríos. El resto, morteros, lanzacohetes o incluso el cañón sin retroceso, metían ruido pero no me imprimían tanto miedo, quizás porque las explosiones detonaban bastante lejos. Además como siempre solía estar cerca del comandante y de los oficiales “veíamos los toros desde la barrera”, aunque hubo una ocasión en la que no me libré ya que al capitán se le ocurrió que yo también tenía que lanzar granadas de mano, algo a lo que no pude negar, claro.


Por lo demás, unos cuantos pocos tiros con la pistola y se acabó mi historial armamentístico en la mili.

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