
Seguramente provenientes de tiempos antiguos en los que las boticas y los medicamentos eran escasos y difíciles de conseguir, eran las plantas y las hierbas sus sustitutas –o tal vez, más bien, sus predecesoras-.
De todas formas era algo habitual y asumido por todos que aquellos remedios caseros funcionaban, o casi.
Recuerdo
que en mi adolescencia y juventud yo padecía de forúnculos en las axilas, y mi
amona, que había nacido y crecido en un caserío de la Euskal Herria profunda,
tenía un remedio para ello.
Elaboraba un emplasto a base de cebolla y aceite caliente que me aplicaba con una gasa sobre el forúnculo, el cual había que mantener en la axila con una venda durante la noche. Al cabo de un par de días, no sé si por la acción del emplasto o porque ya le tocaba, la verdad es que el forúnculo acababa supurando la porquería que tenía en su interior, con lo que yo quedaba aliviado.
Elaboraba un emplasto a base de cebolla y aceite caliente que me aplicaba con una gasa sobre el forúnculo, el cual había que mantener en la axila con una venda durante la noche. Al cabo de un par de días, no sé si por la acción del emplasto o porque ya le tocaba, la verdad es que el forúnculo acababa supurando la porquería que tenía en su interior, con lo que yo quedaba aliviado.
Pero
este remedio no deja de ser algo “farmacéutico”, por la composición o las
sustancias empleadas (grasa, calor, química de la cebolla,….) sin embargo,
recuerdo –aunque más vagamente- otro que para mí pasa a la categoría de vudú. Me explico:
Para
eliminar las verrugas de las manos y brazos lo que la amona empleaba eran los
junquillos (ver foto de la planta), pero no aplicados como emplasto, infusión o
algo similar en este tipo de remedios, sino tratados de la siguiente manera: los
cortaba en pedazos pequeños de unos 5 cm, los ataba en cruz con un hilo y, tras
frotarlos sobre la verruga tres veces, los enterraba en la tierra. Al cabo de
unos días la verruga se secaba y caía.
Como se
ve este remedio es más “mágico” que “farmacéutico”, más de creencias que de
sustancias, de ahí que yo lo denomine como de “vudú casero”.
¡Ah! Y
desde luego que yo no tengo verrugas ni en las manos ni en los brazos.
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