2 oct 2010

UNA RISTRA DE AJOS

Las costumbres van cambiando con el tiempo al igual que nuestros hábitos de compras. Antes todas las compras diarias de alimentos las realizábamos en la tienda, el único y pequeño comercio de ultramarinos que solía haber en nuestro barrio. Allí había de todo excepto carne y el pescado que se vendían aparte en sus propios establecimientos.

La tienda era el lugar al que nuestra madre nos enviaba a hacer compras en unas cantidades que ya han pasado a la historia de las medidas de peso: las libras y las medias libras; y en el que el concepto de “venta a granel” era algo corriente para gran cantidad de productos, así como “el fiado” al que recurría mucha parte de la clientela.

Bueno al grano que me desvío, o mejor en este caso al diente, al diente de ajo. Antes era muy común comprar este condimento alimentario tan utilizado en nuestra cocina "por cabezas”. Ir a la tienda a por una cabeza de ajos era algo rutinario. Hoy en día es imposible encontrar en los supermercados una cabeza de ajos suelta, todas vienen embasadas con su redecilla de plástico y nunca en cantidad inferior a las cuatro.

También era muy corriente el comprar para casa una ristra de ajos, y así había en casa para una larga temporada; ahora excepto en alguna feria agrícola no se ve ni una por esta zona, por eso me llamó mucho la atención el ver una ristra de ajos colgada a la puerta de un establecimiento de los denominados “delicatessen” y me animé a “inmortalizarla” con mi cámara de fotos.
Lo que antes era algo sumamente corriente convertido casi en artículo de lujo. ¡Una ristra de ajos!

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