La pasada semana Zarautz fue testigo de un suceso que se sale de lo habitual. En dos ocasiones, con un par de días de separación entre ambas, sendos bancos de alevines de anchoas se introdujeron en el pequeño puerto de la localidad y acabaron allí con sus vidas, ayudadas, eso sí, por varios vecinos que se dieron prisa para capturarlas con salabardos, cubos y redes para llevarlas a la mesa, y por las gaviotas que se dieron su particular banquete.
En opinión de los pescadores locales, quizás se adentraron en el puerto huyendo de las lubinas, que son por aquí unas de sus predadoras naturales, pero a mí me parece un poco extraño que para huir en el mar te refugies en un puerto.
De todas formas, este fenómeno de comportamientos animales fuera de lo común es algo que parece ha empezado a repetirse con cierta frecuencia por estos lares; en concreto en los dos últimos meses, éste de las anchoas es el tercero de los casos de comportamiento anómalo que he observado. Ya comenté en este mismo blog la migración de una bandada de patos a mediados de agosto, y la aparición de un cachalote varado en la playa a principios de septiembre.
Seguro que no son más que meras coincidencias, pero al concentrarse en un pueblo pequeño como Zarautz llaman mucho la atención.
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