Es increíble la transformación que en los últimos años se ha producido en el casco urbano de Bilbao. Lo que antes eran zonas industriales fuentes de contaminación, se han convertido en lugares de amplias zonas ajardinadas, paseos y edificios nuevos de diseños espectaculares. Incluso la ría del Nervión antes completamente degradada se ha recuperado hasta límites insospechados, ya que incluso se puede ver fauna y flora fluvial al igual que en otros ríos no contaminados.
La zona céntrica de Abandoibarra, junto a la ría, es la que mayor transformación ha sufrido pasando de ser la zona industrial de los astilleros bilbaínos a ser la zona verde y cultural del centro de Bilbao.
En Abandoibarra nos podemos encontrar con muchos de los que se han convertido en los nuevos emblemas de la ciudad de Bilbao: el Palacio Euskalduna, el Parque de Doña Casilda, la Torre Iberdrola, el puente de Calatrava… Pero sobre todos ellos destaca, sin dudas, el Museo Guggenhein para cuyo edificio he acuñado el término de arquitescultura, ya que en mi modesta opinión engloba lo mejor de las dos artes, arquitectura y escultura, en un único y espectacular resultado.
El Museo Guggenhein de Bilbao es un edificio que merece una visita por lo menos una vez en la vida. Solamente su brillante fachada exterior recubierta de planchas de titanio, y las obras escultóricas que le acompañan, empezando por su guardián el perro “Puppy” y terminado por “la araña” ya merecen la pena para acercarse a él y rodearlo para admirar todos sus rincones.
Si además nos adentramos en el museo podremos seguir disfrutando de su arquitescultura así como de las exposiciones propias del mismo.Cabe destacar dentro de su colección permanente las enormes obras en acero corten de Richard Serra que cuentan con toda una ala del edificio debido a su gran tamaño (y que a mí me encantan).
Durante estos días y hasta finales de septiembre se encuentra en marcha la exposición de la obra colorista del paisajista inglés David Hockney que también merece, y mucho, la pena para ser visitada.
En resumen, una escapada muy recomendable para pasar un día estupendo en una ciudad que se lo ha ganado a pulso (y lo dice un “giputxi” –guipuzcoano- por encima de la rivalidad típica entre provincias limítrofes).
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