Con
esto de del Olentzero y del Papa Noel que nos han adelantado los regalos
navideños, amén de otras variantes como “amigos invisibles” y zarandajas por el
estilo, el espíritu navideño que imbuía la escritura de las cartas a los Reyes
Magos ha quedado postergado.
La
ilusión que poníamos todos los críos para pedirnos detalladamente aquellos
juguetes que habíamos visto en los escaparates de las jugueterías – y no en
catálogos coloristas como con los que nos llenan los buzones-, y escribir con
nuestra mejor letra y sin borrones la carta a nuestro rey favorito diciéndole
lo buenos que habíamos sido y lo bien que nos habíamos portado durante todo el
año, es algo que se va perdiendo.
Es
cierto que todavía ahora se organizan en muchos sitios recogida de cartas,
generalmente el “bizarzuri” (otra americanada más disfrazada de euskaldun) e
incluso los centros comerciales cuentan con reyes de pega y papas noeles para
que los niños pequeños acompañados de
sus padres, tras hacer su correspondiente cola puedan entregar su carta en
mano, y de paso llevarse algún caramelillo, pero salvo excepciones no se suele
ver el brillo de la ilusión en los ojos de los niños, sino más bien una mirada
de susto ante el personaje disfrazado.
¡Ay! las
cartas a los Reyes Magos, o al Olentzero, … para qué escribir a mano, donde
esté un SMS, un e-mail o un washapp, que
se quite todo lo demás, que para algo los críos de hoy en día son nativos
digitales.
Aunque,
eso sí -quizás influidos por el reflejo de las pantallas- sin el mismo brillo
en la mirada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario