Este
año hemos estado a punto de sufrir un percance fatal con la colección de
figuritas del Roscón de Reyes.
La
cuestión es que, al igual que todos los días de Reyes, tras la comida familiar
correspondiente, a los postres tocaba el típico Roscón, y consecuentemente la
aparición de la figurita que corona rey del día –reina en este caso, pues le ha
tocado a mi hija- y que pasa a formar parte de la colección de figuritas de la
familia.
Como de
costumbre, ha estado dando vueltas por la mesa, hasta que ha llegado el momento
de recoger todos los trastos. Y ahí ha empezado el drama. ¡La figurita había
desaparecido!
Que si, “pues estaba a tu
lado”, que si, “si yo la he visto ahí”, que si, “a
mí no me mires que todavía no he tirado nada”, que si, “se te habrá caído al suelo”, que si, “mira que eres despistado”, …en resumen, que no aparecía por ningún
lado.
Mirar y
remirar, revisar las bolsas de basura y de reciclaje hasta que al
final…¡Tachan!: ha aparecido entre los últimos restos que se habían tirado a la
bolsa de los orgánicos (si es que estamos de un reciclador!).
¡Por
los pelos, pero se ha salvado!
Y aquí
está, la figurita 16, de la colección (he de reconocer que no es gran cosa,
pero es la del año, la de este 2013 que acaba de comenzar, y que como solo se
consigue una anual, a la postre resulta muy importante).
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