De
nuevo en casa tras dos semanas de vacaciones en Lanzarote, la isla de mis amores. Nada como irse para allí para
relajarse del pasado curso escolar y de la vida habitual desconectando de todo;
ni periódicos, ni Internet, ni tele, sólo paseos, sol, piscina y bañitos,
lecturas, visitas, terrazas…, vamos, algo semejante a estar aislado de toda la
vida cotidiana.
Hemos
estado en Playa Blanca, nuestro
lugar habitual de destino en Lanzarote desde que lo descubrimos hace varios
años ya. Hacía cuatro años que no íbamos y lo hemos encontrado un poco más bajo
como consecuencia de la tan traída y llevada recesión económica (mucha
construcción parada, cada vez más establecimientos cerrados y además un menor
ambiente de gente en terrazas y chiringuitos) pero para nuestro plan de vida
vacacional sigue estando perfecto (el paseo marítimo desde la Playa de las
Coloradas hasta el faro de Pechiguera de alrededor de 12-14 km no tiene precio para
nuestras marchas mañaneras!).
Por lo
demás Lanzarote me sigue fascinando por sus paisajes y sus sitios. Como cada
vez que vamos alquilamos coche para movernos por la isla ( y ya va por la
octava vez, si mis cuentas no me fallan), cada vez es más difícil encontrar nuevos
sitios para visitar y ver, pero haberlos haylos como las brujas en Galicia, y
en esta ocasión además de repetir Timanfaya,
La Geria y el tradicional mercadillo
dominical de Teguise, hemos
descubierto Playa Quemada, un lugar
muy tranquilo con un par de playas negras de piedra volcánica, muy poco frecuentado
y relajador; el mirador de Guinate,
que tiene unas vistas impresionantes de La Graciosa, el archipiélago Chinijo y
Famara, (y gratis total, no como el cercano Mirador del Río, por el que hay que
pagar una pasta al Cabildo), la pena fue que cuando fuimos estaba muy cubierto
de nubes por los vientos alisios que suelen afectar la zona.
Finalmente la
que a nivel popular se llama “la casa de
Omar Sharif” también conocida como Lagomar en Nazaret, una casa-museo manriqueña con una historia muy curiosa que ya comentaré en otra
ocasión.
Y para
terminar, lo típico: las compras de colonias y de vino blanco lanzaroteño
(¡rico, rico!, que diría nuestro paisano Karlos Arguiñano).
Ahora,
de vuelta, en casa a seguir disfrutando de las vacaciones, que todavía quedan!
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