27 abr 2014

FLASHBACK



Cuando Googleando imágenes me encontré, sin venir a cuento con la búsqueda que estaba realizando –como a veces suele ser habitual en Google- con la foto del billete de 100 pesetas, me ví sacudido por un fogonazo de flashback: “Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, billete cruzado, diez…mil pesetas.  Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, billete cruzado, diez…mil pesetas. Uno, dos, tres, cuatro… Y así, contando billetes una y otra vez.

Me vinieron a la memoria los tiempos de mi juventud en los que, por motivos laborales, me dedicaba a contar, empaquetar e ingresar en el banco y en la Caja cantidades enormes de dinero, principalmente en billetes de 100 pesetas.

En aquellos tiempos, mediados de los 70, en la temporada entre veranos (de septiembre a junio)  trabajaba los fines de semana, jueves y festivos en una discoteca para jóvenes menores de 18 años - sala de juventud era su nombre oficial- que era la única que existía en toda la provincia de Gipuzkoa, con lo que tenía el éxito garantizado y una gran recaudación semanal en efectivo, la cual gestionaba yo al ser el taquillero y contable: contar, contar, contar… haciendo fajos de mil, de diez mil… para acabar metiendo todo en varias cajas que llevaba al Banco siempre acompañado/escoltado del gerente y de compañeros del trabajo (entre los cuales se encontraban un par de policías armados que también prestaban sus servicios extraoficiales en la sala).


He de reconocer que soy honrado y que nunca se me quedó nada “despistado”, ni entre manos,  ni en dobles contabilidades como a otros de nombre famoso y reconocido en los medios, pero como suelo decir a veces “si me hubiesen dado únicamente un 1% de todo el dinero que ha pasado por mis manos, hubiera vivido mucho más tranquilamente en el aspecto económico”. 


Porque dinero, lo que se dice dinero, llegué a manejar cantidades muy importantes para la época. Tengo que reconocerlo, el gerente de la discoteca, que también llevaba el negocio del bar de la playa de Hondarribia (el único que había para toda la temporada veraniega) y en el que también trabajé con responsabilidades semejantes, sabía ver los negocios que daban dinero, mucho dinero, que pasaba físicamente por mis manos en forma de billetes que había que contar, enfajar e ingresar en las entidades bancarias:

“Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, billete cruzado, diez…mil pesetas.  Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, billete cruzado, diez…mil pesetas, …
¡Ah! Y lo mismo con los de 500, o de 1.000 pesetas.

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