Estos
últimos días una noticia relacionada con la pintura callejera, graffitera, ha
dado la vuelta al mundo: en la ciudad inglesa de Clacton-on-Sea han borrado de una pared un
mural atribuido al célebre artista Banksy,
que podía estar valorada en medio millón de libras, y todo por atribuirle un
carácter racista y xenófobo, cuando en realidad se trataba de una denuncia en
modo satírico.
Que
unos trazos de pintura en spray en una pared lleguen a valer semejante dineral,
da que pensar (por alguna otra obra de Banksy
se han llegado a pagar dos millones de euros); sobre todo teniendo en cuenta
que las pinturas murales en paredes, muros, y cualquier otra superficie urbana,
ha sido considerada hasta ahora como una forma de ensuciar y manchar las
superficies públicas.
Pero de
un cierto tiempo a esta parte se va incluyendo el término “arte” en este tipo de
pintura, con lo cual cambian las cosas: se empieza a valorar esta clase de pintura en términos
generales y además hay negocio de por medio.
Es
verdad que hay muchas clases de graffitis o pinturas murales, desde las típicas
pintadas reinvindicativas, pasando por la exaltación de las firmas y nombres de
los autores callejeros, hasta llegar a lo que se llegado a denominar “street art” o “arte urbano” en el que las pinturas murales llevan consigo un
cierto mensaje social, y que, aunque
siguen siendo pinturas ilegales, han comenzado a ser tenidas en consideración.
Por mi
parte solo puedo decir que en general me gustan estas “pintadas”, y señalar que
tengo un sobrino, un artista, que entre otras cosas relacionadas con el
dibujo y la ilustración a las que se dedica, de vez en cuando realiza obras de
este tipo (ver fotomontaje) con un resultado atractivo y sorprendente.
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