11 abr 2015

LAGUNA NEGRA



Aprovechando las vacaciones de Semana Santa nos hemos dedicado unos días a viajar por Castilla. Allí me he reencontrado con uno de los lugares que guardaba marcado en mi memoria: la Laguna Negra, en Soria.

Calculo que hará 47 años (si la memoria no me falla) de mi primer y único campamento –o colonias- de verano que pasé allá, en los pinares cerca de Vinuesa (Soria) junto a mi hermano, sus compañeros de colegio y los curas que lo dirigían.

La impresión que me he llevado estos días ha sido que todo se mantenía igual; los pinares, el riachuelo con sus pedregales, el cielo azul, el aire limpio y los olores a piñas y resina.
Únicamente una gran diferencia: la nieve en multitud de espacios y, sobre todo, el encontrarnos con la Laguna Negra helada casi en su totalidad, algo impensable en nuestras colonias de verano.

Sin embargo el paso de los años se nota en pequeños/grandes detalles: las carreteras bien asfaltadas, los caminos y las sendas señalizadas, e incluso en una especie de circuito de madera que bordea la Laguna Negra, y que facilita su visita bordeándola en una pequeña parte de su extensión.
Eso sin contar de la existencia de aparcamientos específicos, a relativa escasa distancia, acondicionados para dejar el coche mientras un bus lanzadera te acerca –previo pago en días de grandes afluencias, como en verano- a los pies del último recorrido que te lleva al impresionante fenómeno natural que es la laguna.

Nosotros hicimos el último tramo del recorrido, de unos dos kilómetros, a pie, y fue como volver un poco al pasado. Sólo nos faltó continuar el camino para subir hasta el Pico de Urbión, como lo hicimos de chavales y poder observar la laguna en su totalidad desde lo alto, pero eso, a estas alturas de la vida, y andando escasos de tiempo para visitar también otros lugares, son ya palabras mayores…


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