Cuando,
por estas fechas, la señorita Micaela, nuestra profesora de lo que hoy en día
sería el equivalente a Educación Primaria, nos daba las vacaciones de verano,
empezaba para toda la chavalería del barrio nuestro periodo de aventuras
estivales.
Teníamos
por delante un par de largos meses en los que cada día representaba una
oportunidad para descubrir cosas, jugar, realizar actividades en la naturaleza y, ¡cómo
no!, vivir aventuras.
Una de
las aventuras clásicas más importantes consistía en cruzar el túnel del
ferrocarril minero de Arditurri que atravesaba el subsuelo de nuestro barrio
Alaberga, en Rentería, para ver la luz en la vaguada de Sorgintxulo que daba al puerto Pasajes
en donde descargaba el mineral transportado.
Para
nosotros, unos chavales en aquella época (principios-mediados de los años 60), el cruzar
el túnel suponía un reto muy importante que se sopesaba, se planificaba y se
preparaba con meticulosidad.
Una de
las cuestiones a tener en cuenta para poder realizar la hazaña era la de
proveerse de iluminación, ya que el túnel era negro, totalmente oscuro y ni
siquiera se podía adivinar su final, puesto que no se veía ni una mísera luz al
otro lado. Y eso que a posteriori he comprobado que su longitud no era
excesiva: 225 m
(*); creo que en realidad el túnel describía un ligera curva lo cual impedía
que se viese la salida desde cualquiera de las dos entradas al mismo.
En
ocasiones conseguíamos alguna linterna de pilas, pero no era lo más habitual. Lo más
normal era recoger en los prados del barrio los tallos más largos de la
gramíneas secas por el estío y hacer con ellas unos hatos, a los que, una vez
en el túnel, prendíamos fuego a modo de antorchas para ayudarnos a ver dentro
de las inmensidades negras y poder seguir las vías sin meternos en la cantidad de charcos que había en su interior.
Otra de
las cuestiones era el temor a que nos sorprendiese el tren dentro del túnel,
pero a decir verdad, es algo que no nos sucedió nunca, tal vez porque en la
época en la que nos aventurábamos ya había dejado de funcionar (esto es algo
que está neblinoso en mi memoria puesto que yo creo haber visto el tren en
circulación, aunque por las fechas en las que oficialmente dejó de funcionar
(*) todavía andábamos de aventuras por su recorrido).
El túnel del ferrocarril de Arditurri en Alaberga (Sorgintxulo), una aventura y una prueba de valor de la chavalería que se repetía todos los veranos.
El túnel del ferrocarril de Arditurri en Alaberga (Sorgintxulo), una aventura y una prueba de valor de la chavalería que se repetía todos los veranos.
Estoy
seguro de que ninguno de los niños de hoy en día es capaz de imaginar y sentir
lo que, con su misma edad, vivíamos aquellas vacaciones estivales en el túnel.
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