Hoy me
remonto a mis años de estudiante de Bachillerato en el Instituto Peñaflorida de
San Sebastián, aquellos tiempos en los que la educación estaba separada por
sexos, haciendo que chicos y chicas estuviésemos separados en edificios distintos.
En
nuestro instituto había, como no, profesorado de distinto pelaje –que diríamos
hoy en día-, desde lo más carca que nos daba asignaturas como “Formación del
Espíritu Nacional” hasta lo que en aquellos años se tildaba ya de “progre”.
Una de
las profesoras progres del claustro era la que nos daba Historia; no recuerdo
su apellido, pero para todos nosotros, sus alumnos, era la Espe.
La Espe como profesora era de” las modernas” pedagógicamente hablando, no
utilizaba libro de texto, algo inaudito para la época, sino que nos hacía coger
apuntes en clase de los temas que iba explicando y nos remitía a
bibibliografías para ampliar lo que trataba en clase. Aunque, eso sí, no nos
libraba de los exámenes.
La Espe era “moderna” también a la hora de vestir.
Era la segunda mitad de los años 60 y entre las jóvenes se
había puesto de moda la minifalda. Pues bien, la Espe era una minifaldera de pro.

Instituto
masculino, adolescencia, hormonas y la minifalda de la Espe.
¡Para qué más!
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