9 abr 2016

CHICLES

Vaya por delante el señalar que no tengo absolutamente nada en contra de los chicles ni de quienes los mascan; yo soy uno de ellos y diariamente masco un mínimo de dos chicles. Es más, seré de los pocos maestros que en clase permiten que sus alumnos masquen chicle, aunque, eso sí, con dos condiciones: que no se vea ni se oiga. En caso de incumplimiento…el chicle va a la basura.
 ¿A la basura? Sí, pero, ¿a dónde?, puesto que tarda una media de cinco años en degradarse  y además el principal problema a la hora de reciclarlo es que se trata de un material de muy difícil reciclaje, prácticamente imposible de tratar, aunque se estén dando ya algunos pasos en ese sentido.

De todas maneras el problema más importante es el de la falta de educación para con el chicle. Lo más normal, sobre todo entre la chavalería, es tirarlo en cualquier lugar, con lo que ello lleva consigo de suciedad, de cantidad de gérmenes que acumulan, de falta de estética en las calles y del dineral que supone su limpieza por medios químicos para los Ayuntamientos (cinco veces el valor del chicle).

Como se puede apreciar en las fotos que acompañan al post, hay ciertos lugares en los que debido a la gran presencia de jóvenes, la cantidad de chicles tirada al suelo es particularmente relevante y definitoria de la falta de concienciación de los mismos. En este caso en concreto se trata de una calle de Zarautz en la que se localiza el Gazteleku (Centro juvenil) de la localidad.

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