En días
de verano como hoy (o, bien pensado, en cualquier época del año) la chavalería
nos juntábamos para, aprovechando las calles, los jardines, los patios y las
zonas verdes del barrio –en mi caso el barrio de Alaberga, en Rentería-, jugar
a todo tipo juegos.
En la
mayoría primaban más la imaginación y las ganas que los materiales, ya que
estos últimos solían ser en su mayoría de fabricación artesanal, hechos por
nosotros mismos. Veamos:
Uno de
los juegos principales del verano solían ser las CHAPAS. Lo primero era conseguirlas yendo a pedirlas en los bares y
a ser posible con el fondo de corcho, que los de plástico no valían. Luego, con
la ayuda de una navaja o de un cuchillo casero había que despegar ese corcho de
la base de metal de la chapa para a continuación cubrirlo con una imagen o
cromo -generalmente de ciclistas- y terminar forrándolo con papel celofán
transparente. Tras un intenso trabajo de manualidades…¡ a jugar !
Las CANICAS eran otro clásico. Teníamos una
gran variedad de canicas, desde las de barro cocido o las metálicas, que eran
muy poco apreciadas, hasta las habituales de cristal que eran las que más usadas.
Canicas de colo, de trébol, cubanas,
canicones… una gran variedad que además conllevaban distintos valores (una de
trébol= tres de colo, por ejemplo) y distintas maneras de juego: a un arra, a dos arras, a txulo,…
Algo
con lo que hacíamos kilómetros de marcha era el ARO. Era el aita el que nos lo conseguía de la fábrica en la que
trabajaba (no vamos a preguntar cómo)
pero todos los años teníamos uno nuevo, ya que del anterior se había
perdido!!!
Otro
era un juego en grupo, el de CHORRO-MORRO
(en realidad coexistían dos versiones: una cuya cantinela era la de “chorro-morro-pico-tallo-¿qué?” y otra la
de “manga-mediamanga-manguetón, ¿dónde
está?”) en el que saltar sobre los amigos que estaban debajo era toda una
gozada –hasta que te tocaba cambiar el puesto, claro!
Lo más
de lo más eran las GOITIS (o goitiberas),
unos artefactos que construíamos a base de maderas y rodamientos (estos también
conseguidos por el aita en la fábrica de Luzuriaga) y con los que alcanzábamos
velocidades prodigiosas aprovechando todo tipo de cuestas, incluidas aceras o
carretera general. La adrenalina del peligro de la velocidad en versión infantil.
Había
también otros muchos juegos que practicábamos en la calle, como las CHIVAS (peonza, ziba) con sus cuerda a
la que atábamos una moneda de dos reales para poder bailarla mejor, el HINCA o DÓLAR en el que usábamos un pedazo de hierro de encofrado de construcción
para clavarlo en la tierra húmeda, el YO-YÓ, y todas las figuras que
intentábamos hacer con él (el dormilón, el perrito, el columpio…), el PASAMONTAÑAS
saltando sobre nuestro amigos, a BULES,
a las patadas que le metíamos al POTE
para librar a quien habían cazado, al PAÑUELITO,
a hacer CHABOLAS con los retales que
pillábamos del Símil-cuero, a la GOMA,
y tantos otros más que se han ido difuminando en mi memoria con el paso del
tiempo.
Lo que
sí tengo claro es que la chavalería de hoy en día ha perdido la práctica
totalidad de esos juegos, lo cual es una pena.
Nota:
los nombres de los juegos los he escrito tal como los pronunciaba en su tiempo
aunque seguramente tendrán una versión más académica.
Animo a quien se preste a continuar este artículo con más juegos de los 60-70 o con detalles sobre los mismos.
Animo a quien se preste a continuar este artículo con más juegos de los 60-70 o con detalles sobre los mismos.
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