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Para
muchos de los que vivíamos en Alaberga y alrededores, el colegio de la señorita Mikeli fue nuestro primer
contacto con la educación reglada. Hacíamos allí lo que hoy en día equivaldría
a la educación primaria, y luego nos enfocaba hacia estudios superiores como el
bachillerato elemental o las escuelas de artes y oficios de la época.
Se
trataba de un caso curioso en la educación, ya que era un colegio privado pero
no estaba regido ni por monjas ni por frailes. Lo dirigía una única maestra que
comenzó primeramente dando clases en su propia vivienda para pasar a
continuación a un local de los bajos del barrio en el que reunía a todos sus
pupilos creando así un aula de colegio.
Y lo
más curioso de todo: se trataba de un colegio
mixto, algo casi impensable para aquellos tiempos; niños y niñas de varias
edades estábamos todos juntos en la misma aula –el equivalente a una escuela
unitaria actual- cuando aún se seguían
discriminando a los alumnos por su sexo.
En el barrio también teníamos “las públicas”, las escuelas del Estado en las que los niños iban por un lado y las niñas por otro, y el colegio de los frailes, Telleri Alde, exclusivamente para alumnado masculino.
La
señorita Mikeli (Micaela para muchos) era el alma del proyecto educativo,
basado principalmente en el enfoque individualizado y la Enciclopedia Álvarez para imbuirnos de los primeros conocimientos
que luego serían necesarios para nuestras posteriores vidas.
Más que una maestra, muchas veces funcionaba como una segunda madre, lo cual no quitaba para que en muchas ocasiones nos diese con la regla por mor de mantener la disciplina.
En lo
referente a normas del colegio, cabe decir que todos sus alumnos íbamos
“uniformados”, o algo semejante, ya que era de uso obligatorio el guardapolvos,
o bata negra, con ribetes rojos en mangas, cuellos y bolsillos, tanto para
niños como niñas.
Las
clases se desarrollaban en el local de los bajos y solíamos salir al recreo al
patio trasero del bloque de casas, o nos quedábamos frente a él jugando sobre
la calle Viteri.
La
señorita Mikeli estaba casada, y su marido –el señor Luis, que trabajaba en
RENFE- solía echarle una mano por las tardes, en lo que llamaban “las
particulares”. No tenía hijos propios, aunque seguro que así nos consideraba,
casi, casi, a sus alumnos y alumnas.
Nota: Lo
relatado se basa en mis recuerdos (los cuales van fallando con el paso del
tiempo). Cualquier rectificación, precisión o comentario serán bienvenidos.
Fotos
escuela de Javier Recuerda Reina.
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14 jul 2018
LA ESCUELA DE LA SEÑORITA MIKELI
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