Estoy
convencido de que si a los zarauztarras se les pregunta: “¿dónde aprendiste a nadar?”, en prácticamente el 100% de lo casos
la respuesta sería la misma: “En el
puerto”. Y es que el pequeño puerto de Zarautz marca.
Sin
embargo, las nuevas generaciones, de unos diez años para acá, más o menos, han
aprendido a nadar en las piscinas del Polideportivo gracias a las campañas y
cursillos que el ayuntamiento organiza dentro del horario escolar de 1º a 4º de
Educación Primaria. Lo que no quita para que toda esta chavalería, a nivel de
natación, deba de pasar una reválida: el puerto.
Y es
que, llegado el verano, y viendo que de la noche a la mañana, cual de si de un
hongo se tratase, emerge de las paredes del puerto un tronco largo de madera
lisa que se va estrechando a medida que se aleja del borde, llega la hora de la
cita anual: la cucaña.
Así que
aprovechando la marea alta y en compañía de amigos, amigas y cuadrilla no queda
otra que atreverse y aventurase con la cucaña. Pasarla, caerse, repetir,
disfrutar, bañarse, …, algo que vive toda la chavalería del pueblo.
Este
acto no es algo meramente particular, puesto que incluso el Ayuntamiento lo
incluye en el programa de actividades y festejos veraniegos, para lo que
despliega en días determinados a la Policía Municipal para que controle “el
evento”, teniendo en cuenta la estrecheces de la acera que rodea el puerto y la
gran circulación de vehículos y personal que se mueve por la zona.
Yo,
muchas veces pienso que este acto anual de la cucaña tiene un algo de ritual. Al igual que en otras etnias
hay ritos y festejos antropológicos para el paso de la infancia a la madurez
(circuncisiones, cazas, peleas, bailes y presentaciones en sociedad,…), a nivel
local esta cucaña representa el paso de la infancia a la adolescencia (aunque
luego se mantenga por varios años más), y es que es significativo que la
mayoría de los y las participantes estén en esa franja de edad, de los 9-10 a los 13-14 años. Quien
consigue superar la cucaña del puerto ya es “mayor”, ya ha dejado atrás los
miedos infantiles y puede codearse a otro nivel con sus compañeros.
Luego
llega el otoño y la cucaña
desaparece; aunque volverá el año que viene con su nuevo reto y su ritual.
Fotos: Jokin Izar y Lorentxo Portularrume.
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