Una de
las consecuencias de exponernos al sol es que nos ponemos morenos; la melanina
de nuestra piel se oscurece y aumenta, se nos cambia el color natural y nos
bronceamos.
Como
nadie está libre de la exposición al sol en su vida diaria, el tipo de
bronceado que cada cual puede llegar a desarrollar va en función de la
superficie corporal que deja expuesta al sol durante sus actividades.
Así, es
normal que nuestros cuerpos aparezcan con distintas zonas de color según las
prendas con las que las hemos recubierto (que se lo digan a muchas mujeres y sus
luchas con las marcas de bañadores y bikinis que se superponen, o a algunos
profesionales como albañiles o conductores con sus camisetas y camisas).
En mi
caso, a final de verano, debido a mi uso continuado de sandalias, padezco de un
bronceado que, particularmente, denomino “moreno
cebra” (ver foto) por las franjas alternas de colores, algo que me resulta sumamente
curioso.
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