13 nov 2010

RELOJ SUBJETIVO

En las películas, para mantener la tensión y la emoción de una secuencia, los últimos segundos antes de la explosión o desactivación de un artefacto explosivo se convierten en varios minutos de metraje.

En la realidad a todos nos suele suceder algo semejante: unos pocos minutos de espera se nos pueden hacer interminablemente largos, pareciendo horas o, por el contrario, si estamos entretenidos o enfrascados en alguna tarea, varias horas se nos pasan en un lapso de tiempo que nos parece corto, como si fueran sólo unos pocos minutos.

Es nuestro reloj subjetivo el que se ha estado en marcha haciendo que el paso del tiempo sea diferente según lo midamos con el reloj mecánico o con nuestro reloj anímico.

Además, últimamente -será cosa de la edad, que me voy haciendo mayor- empieza a sucederme algo parecido, pero referido a periodos largos de tiempo. Me explico: sucesos que sucedieron hace unos pocos años los siento como si hiciese de ellos una eternidad, y al revés, cosas relativamente recientes me parece que hace años y años que sucedieron.

En estas disquisiciones temporales no cuento la típica deformación profesional que tenemos los maestros de referimos como "el año pasado" al curso anterior, con lo que el plazo de un par de meses tras las vacaciones de verano se convierten de facto en un año de tiempo.

Por si todo esto fuera poco, no tengo más que mirar el reloj que me regalaron mi hermano y cuñada hace unos años (¿pocos, o muchos?, a estas alturas ya no lo sé con seguridad) para sentir la relatividad del tiempo. Un reloj cuyas agujas giran en contra al sentido habitual, por lo que cada vez que lo miro confluyen varias sensaciones: de entrada parece que está parado por la situación de las agujas, y luego mirándolo en funcionamiento parece que el tiempo se mueve hacia atrás.


Tiempo relativo, reloj subjetivo, horas en retroceso... ¡Uf!

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