La combinación de orografía y climatología da lugar en ocasiones a efectos llamativos cuando no asombrosos. Tal es el caso que se produce en la isla de La Palma, en Canarias.
Una de las carreteras principales de la isla, la LP-2 une la capital situada al este con la zona centro y oeste; para ello debe subir desde el nivel del mar hasta los mil cien metros de altura, en una carretera llena de curvas entre bosques de laurisilva y castaños para atravesar el Túnel de La Cumbre y acceder al valle de El Paso y Los Llanos de Aridane. Es a este túnel al que los palmeros denominan familiarmente “el túnel del tiempo”, ya que la climatología que se encuentra a ambos lados del mismo es diametralmente distinta: en su parte este los vientos alisios al no poder atravesar el macizo montañoso del borde de la caldera de Taburiente hacen que se condense la humedad y se formen muchas nubes, nieblas y lluvias, sin embargo al otro lado el tiempo es soleado y seco.
El efecto que se produce visto desde “el lado seco” es apabullante; asemeja una gran ola de nubosidad que parece caer sobre el espectador para aplastar todo lo que tiene por delante.
Una de las carreteras principales de la isla, la LP-2 une la capital situada al este con la zona centro y oeste; para ello debe subir desde el nivel del mar hasta los mil cien metros de altura, en una carretera llena de curvas entre bosques de laurisilva y castaños para atravesar el Túnel de La Cumbre y acceder al valle de El Paso y Los Llanos de Aridane. Es a este túnel al que los palmeros denominan familiarmente “el túnel del tiempo”, ya que la climatología que se encuentra a ambos lados del mismo es diametralmente distinta: en su parte este los vientos alisios al no poder atravesar el macizo montañoso del borde de la caldera de Taburiente hacen que se condense la humedad y se formen muchas nubes, nieblas y lluvias, sin embargo al otro lado el tiempo es soleado y seco.
El efecto que se produce visto desde “el lado seco” es apabullante; asemeja una gran ola de nubosidad que parece caer sobre el espectador para aplastar todo lo que tiene por delante.
Observado desde el Roque de los Muchachos a una altitud muy superior (2.426 m.), el efecto de los alisios es el de un mar de nubes que choca contra las paredes rocosas de la isla.
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