De todos es sabido que, de noche, la luz de las farolas atrae a polillas, mariposas nocturnas y otros insectos.
En el bien iluminado paseo que une Zarautz con Getaria sucede lo mismo. El problema comienza cuando estos animalillos “trasnochan” demasiado y les alcanza el día sin haber regresado a su hábitat natural en la espesura de la maleza al otro de la carretera, y quedan posados sobre el muro de cemento pintado de blanco, que separa el paseo del asfalto.
Es entonces cuando miles de años de evolución para adaptarse a su entorno y mimetizarse en él pierden todo su sentido y se convierten en un handicap, ya que sus oscuros colores de camuflaje destacan vivamente sobre el blanco encalado de la pared y se localiza perfectamente su situación.
Menos mal que sus depredadores naturales se han quedado en su entorno natural más allá del arcén, y los paseantes, en general, pasan olímpicamente de ellos.
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