La
mayoría de las personas al oír o leer el término “safari fotográfico” evoca mentalmente un paisaje de sabana
africana con leones, elefantes, cebras, antílopes y demás fauna salvaje, en el
que unos jeeps todoterreno cargados de turistas se dedican a fotografiar todo
aquel animal salvaje que se ponga a tiro de sus cámaras fotográficas y
teleobjetivos.
Sin
embargo, el safari fotográfico al
que me voy a referir en este post es de otra clase, mucho más sencillo y
cercano a las latitudes en las que nos movemos: se trata de fotografiar
animales pequeños tal que insectos, mariposillas para ser exactos.
Desde
que hace un par de años me llamaron la atención por el contraste que presentan
sobre el fondo blanco de la pared del pretil del paseo Zarautz-Getaria (véase “Camuflaje delator” o “Insectos veraneantes”), durante el verano, en mis
marchas diarias me dedico a fotografiar cuantas mariposas e insectos me
encuentro por mi camino.
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