Calculo
que tendría unos seis años cuando empecé a ir al cine.
Bueno, más que ir, me
llevaba mi amona (abuela) los domingos por la tarde a “Los Luises”, una sala que regentaba una organización religiosa de
la época, y en la que, de una manera más o menos rudimentaria, proyectaban
películas adecuadas para el público infantil tras el consabido No-Do.
Desde
entonces mi afición por el cine y las películas fue en aumento, en consonancia
con el boom cinéfilo que se dio en los años 60 y 70 y que llevó a una expansión
inusitada del séptimo arte en nuestra sociedad. No hay más que contrastar que, a modo de ejemplo, en
un pequeño pueblo como en el que yo vivía, había tres salas de cine en las que
había programación diaria de dos sesiones entre semana, sesión infantil los
festivos, sesiones dobles, sesiones contínuas,… Además muy cerca, en
Donostia-San Sebastián llegó a haber hasta quince salas de cine simultáneas con
una programación semejante.
A
partir de los 80 las cosas fueron cambiando. Por una parte, las salas de cine
se fueron cerrando, y por otra las
nuevas tecnologías se fueron poniendo al alcance de todos para poder ver en la televisión
de casa, en formato VHS las películas más actuales. ¡Llegó el boom de los videoclubs!
Luego vino el
formato DVD, y a partir de ahí, cualquiera podía ver las películas en su propio
domicilio sin tener que desplazarse a los cines.
Hoy en
día, como la tecnología sigue avanzando, ya ni es preciso acercarse a comprar o
alquilar una película a ningún establecimiento. La Red permite que podamos ver
o descargarnos todo el cine, incluso el más actual, en sólo unos momentos (de
manera legal o simplemente pirateado) para verlo cuando nos venga bien y en el
horario que nos convenga. Eso si, con un tamaño de pantalla mucho más reducido
que el de las salas de cine convencionales.
A modo
de resumen, he de confesar que, aunque sigo viendo muchas películas, mis
visitas a las salas de cine son cada vez más espaciadas y selectivas, ya que
están quedando reducidas casi en exclusiva a películas que se proyectan en
formato 3D.
Mientras
haya películas seguiremos viéndolas, antes o después, en pantalla grande o en pantalla chica.
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