Salvo
los aniversarios del blog y la lotería de Navidad, que son algo anual y
puntual, y tal vez las denominadas Poesías Gráficas o Foto-poesías
que aparecen de vez en cuando, se puede decir que los temas que trato en este
blog no se suelen repetir.
Sin
embargo, últimamente he estado pensando en crear una especie de sección que
tendría una cierta continuidad pero sin caer en la reiteración.
Se
trataría de algo que se denominaría “Las
batallas del abuelo”, ya que a ciertas edades funciona mejor la memoria
para rememorar historias antiguas, que para contar cosas recientes. Serían
cosas sencillas de sucesos vividos en mi infancia/adolescencia/juventud, y que
además tendrían un carácter anecdótico, ya que no quiero dar el peñazo contando
los pormenores de mi vida pasada.
Así
pues, comienzo con ello, y ya que esto supone el nacimiento de la sección, qué
mejor que empezar con:
“EL ALUMBRAMIENTO”
“Es
sabido que en las edades más tempranas de nuestra vida el tema del nacimiento de los niños
suscita mucha curiosidad. ¡Cómo no iba a ser yo menos! Este recuerdo, quizás
uno de los primeros que tengo, se remonta a algo sucedido a los 4-5 años.
En casa,
mi madre había comentado que una vecina del bloque de enfrente iba a tener un
niño y que iba a dar a luz esa misma noche. Así que tras darle muchas vuelta a
mi cabecita, lo mejor que se me ocurrió para desentrañar el misterio del
nacimiento no fue otra cosa que, con sumo cuidado para no despertar a mis
padres y no ser descubierto en plena acción, levantarme esa noche y acechar
desde las rendijas de la persiana las luces encendidas en el edificio de
enfrente.
Pasó mucho tiempo y es cierto que estuvo encendida la luz en una ventana hasta altas horas de la noche, pero aquella también se apagó, con lo que dí por supuesto que el niño había nacido. Me fui a dormir y, listo; había visto dar a luz”.
Pasó mucho tiempo y es cierto que estuvo encendida la luz en una ventana hasta altas horas de la noche, pero aquella también se apagó, con lo que dí por supuesto que el niño había nacido. Me fui a dormir y, listo; había visto dar a luz”.
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