A lo
largo de nuestra vida, todos vamos haciendo en cierta medida un listado de
lugares que nos gustaría visitar. Bien sea porque hemos leído sobre ellos, bien
sea porque los hemos visto en fotografías, películas o en televisión, como nuestro planeta tiene una
inmensa variedad de escenarios, todos hemos soñado con visitarlos alguna vez:
son nuestros lugares soñados. Quien más o quien menos, cada cual tiene su
propia lista mental de ellos.
La mía
la empecé a elaborar allá por los finales de la infancia, principios de la
adolescencia, cuando mis lecturas me llevaron a descubrir otras culturas y
países, quedando enganchado de un par de ellos en particular: China y Japón. Posteriormente, llegaron la cultura y el arte de Egipto y Grecia. Más adelante fueron sumándose otros muchos más, siempre ligados
a aspectos arqueológicos y a fenómenos geológicos (el paisaje
volcánico, por ejemplo, es algo que siempre me ha encantado).
A la
hora de plasmar nuestros sueños en realidad, es decir, de ponernos a viajar
realmente, hay que tener en cuenta tres factores que los hacen posibles; como
dice la canción, “tres cosas hay en la
vida, salud, dinero y amor…”, pues para viajar habría que cambiar la última,
cambiar el amor por el tiempo, ya que
en general esos lugares soñados se encuentran muy lejos de nuestro lugar de
residencia habitual y se necesita tiempo para los desplazamientos. Ni qué decir
de los otros dos factores: salud para hacer frente a los viajes y disfrutar de
ellos, y dinero, porque cuestan un montón debido a los alojamientos, medios de
transporte, manutención…
Afortunadamente,
yo ya he podido ir tachando algunos lugares de mi lista de lugares soñados (las
Pirámides de Gizeh, Abu Simbel, la
Acrópolis, Stonehenge, Chichén Itzá, Lanzarote) pero me siguen quedando
muchos más.
En el
“top”, como se dice ahora, siguen estando los lugares más lejanos, China y Japón. Hay algunos que veo como muy improbables de llegar a visitar
alguna vez, como la isla de Pascua, Nueva Zelanda o el parque volcánico de Hawaii (Mauna Loa, Kilauea…) pero que
siguen anotados. Otros de América , en especial Perú (Machu Pichu, Nazca, Titicaca, Cuzco…) y México (Palenque, Teotihuacán). También los hay más factibles como Irlanda (la Calzada de los Gigantes), Italia, Islandia…
Y en mi lista hay dos nombres que no tienen una localización concreta puesto que son,
digamos, fenómenos atmosféricos y se pueden observar desde distintos lugares: las
auroras boreales y las estrellas y
constelaciones del cielo austral de
nuestro planeta.
Fuera de lista hay un viaje que sé que es, en realidad, imposible: viajar más allá de los confines de nuestro planeta Tierra; viajar por el espacio interestelar y ver con mis propios ojos estrellas, planetas, constelaciones, nebulosas, galaxias... Pero para eso están los sueños, ¿no?
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