A la
hora de expresarnos muchas veces recurrimos a una serie de frases hechas o
refranes en las que nos apoyamos para recalcar algunas ideas que queremos
subrayar.
Cuando
esas frases se convierten en parte de nuestro vocabulario habitual y las
repetimos más o menos reiteradamente, pasan a ser un distintivo de nuestra
personalidad.
Seguro
que todos podemos asociar determinadas frases con personas de nuestro entorno,
o con situaciones que han afectado a nuestra vida normal.
En lo que a mí se refiere rescato algunas de ellas:

1.- ¡Come y calla!
Una frase
que mi amona* solía repetirme muy a menudo habida cuenta de lo mal comedor que
era yo durante mi adolescencia mientras me dedicaba a dar vueltas al plato y
trataba de despistar mi falta de apetito y ganas de comer hablando sobre
cualquier cosa.
2.- ¡Monta aquí y verás Paris!
Decía
la ama* mientras movía el dedo índice de la mano derecha señalando al cielo,
queriendo indicar que lo que en ese momento se le estaba proponiendo, fuese de
la índole que fuese, era algo inaceptable para ella.
3.- “Ojos que no ven, gabardina que te roban”.
El refrán
original no es así, y el aita* lo sabía perfectamente, lo que pasa es que él lo cambiaba y adecuaba a otras
circunstancias queriéndonos hacer ver que ir de ingenuos por la vida era algo
que no nos convenía.
4.- El teatro de las sábanas blancas
Me
llamaba la atención esta frase que mi tía Carmen empleaba para indicar que se
iba a dormir.
5.- ¡Pumba, pumba, pumba!
Más que
una frase era una interjección que un amigo canario, que trabajaba conmigo de camarero,
solía soltar muy a menudo para indicar que había de dejar pasar algo sin
hacerle caso o darle importancia.
6.- “En verano todas las mujeres están
buenas, ¡hasta la de uno!”
Sé que
suena machista esta frase que muchos veranos soltaba Pedro, un cliente habitual
del bar de la playa en el que yo trabajaba en tiempos jóvenes, pero es que me
hacía gracia y me llamaba mucho la atención.
(*) amona=
abuela, ama= madre, aita=padre.